porque el tiempo es breve, pero me ama

martes, 2 de agosto de 2016

he dormido todo el día y he soñado mucho. una fiebre extraña -más mental que física- se ha alojado en mí. será que la tristeza baja las defensas o será que me he dejado embaucar por el sol díscolo del invierno. he despertado solo para almorzar y cenar. en la tele llego al momento final de un episodio de los simpsons, son solo cuatro segundos y lo dejo porque el fondo musical es 'sea of love' cantada por phil phillips. homero y marge se besan en la boca al interior de una nave submarina y algunos peces pasan en direcciones distintas. en cinemax se anuncia un especial de películas titulado 'especial posesiones satánicas'. he bajado al comedor del primer piso de mi casa blanca y he cenado lo que abandoné en el desayuno. en la tele will smith consuela a una mujer al interior de un carro, lo veo en mute mientras masco un pan con queso fundido. reviso todos los mensajes que me han escrito durante el día. respondo algunos desde la pantalla de mi celular.

entre esos mensajes está el tuyo.

estás postrado en cama o al menos deberías estarlo porque tu condición es peor que la mía. ninguno de los dos está enfermo, pero estamos tan enfermos que nos contamos nuestros pesares. regresa a mí el recuerdo del último día que salimos juntos. caminamos por la ciclovía de salaverry y luego entramos a un lugar para tomar un café. conversamos sobre almohadas y surrealismo y todo estuvo bien hasta entonces. caminamos por las calles de jesús maría y sacaste un vino de tu mochila. era uno de mis vinos favoritos y lo descorchaste y anduvimos de vagos dándole largos sorbos a la botella. entramos a la avenida brasil y caminamos sobre las tarimas abandonadas del desfile patrio. éramos los únicos desfilando por aquella pasarela y la gente nos miraba con asombro o con medias sonrisas. atravesamos varios parques de la parte vieja de pueblo libre. como siempre, me detuve frente a un montón de casas que me parecieron bellas. tú te detuviste conmigo cada vez. señalábamos aquello que nos gustaba de cada casa. pero, cuando nos detuvimos frente a aquella casita de una sola planta en la calle barcelona y tu dijiste: 'mira, parece la parte de abajo de un reloj cucú, en cualquier momento saldrán de esas puertitas dos señores, se reunirán al medio de la calle y se darán martillazos en las cabezas' comprendí que estabas tan demente como yo y me alegré.

el resto del camino fue ocupado por una conversación ultra rándom.

a pocas cuadras de llegar a mi casa te arrodillaste no sé por qué motivo, pero aprovechaste la posición para darme un beso, debajo de la rodilla, arriba del tobillo, sobre mis medias negras de nylon.

- oye, te has caído.
- no importa, pero te besé la pierna.